Buque
de Wisdom
(Jaime Barrientos Proboste-Capitán de Alta Mar)
El
granelero de propiedad de una compañía naviera con asiento en la china insular
(Ex Formosa) y con tripulación de la tierra de la Gran Muralla en el que nos
encontrábamos embarcados con mi colega, se aprontaba a salir al mar océano por
la boca occidental del Estrecho de Magallanes. En las horas previas a esa etapa
del viaje hacia el norte del país, permanecíamos expectantes de ver como se
comportaría la nave cuando estuviera totalmente expuesta a la inclemencia del
temporal que azotaba gran parte de la Patagonia. El mal tiempo se había hecho
sentir durante todo el trayecto recorrido desde Bahía Posesión -a temprana hora
de la madrugada- hasta ese momento en que el Cabo Pilar se mostraba en las
pantallas de radar y el dispositivo de cartas electrónicas, luego de casi 24
horas de estadía a bordo.
La
noche anterior, cuando la escala de prácticos estuvo a nuestro alcance, una ola
estalló entre la lancha que nos transportaba y el negro casco del buque que se
insinuaba aún más largo de lo que sus medidas oficiales acreditaban, sumado a
ello su reducido franco bordo lo hacía ver como una gran viga flotando en el
mar. Sin duda, la estructura de la nave
revelaba ser una poderosa construcción, en cuyas bodegas se transportaban más
de 70.000 toneladas de carbón y a su paso separaba otras tantas miles de
toneladas de agua salada en sus singladuras desde el puerto de carga en
Colombia, hacia su destino en la zona norte de Chile. El pantalón de Jorge recogió
parte del agua que volaba por el aire impulsada por el viento reinante. Subí
detrás de él con mejor suerte y llegué seco a la cubierta principal. Como es
costumbre durante la maniobra descrita, el Práctico que no debe asumir la
guardia correspondiente en ese momento, espera el bagaje que es izado por un
par de marineros del buque y luego se encamina hacia el interior del buque para
acomodar las pertenencias de ambos integrantes ocasionales del “Equipo de
Puente”. Ese grupo humano que hace varios años ya, fue definido con ese término
por quienes trabajan para una entidad intergubernamental que se encuentra allá
en Londres, a miles de millas marinas de distancia de nuestro territorio. Ellos
tienen la tarea permanentemente de crear una y otra norma, para luego
difundirlas a los países asociados y, estos a su vez hacerlas cumplir
finalmente por los cientos de miles de integrantes de las dotaciones de buques
mercantes que transportan una infinidad de mercancías a través de los mares y
océanos del mundo .
Una
vez verificada la condición de los camarotes o cabinas asignados a nosotros, los
nuevos “huéspedes”, subí las tres cubiertas que nos separarían de la zona de
trabajo y nuestro lugar de descanso, para presentarme al Capitán de la nave. Luego
de abrir la puerta del Puente de Gobierno, nos saludamos e intercambiamos información complementaria a lo que ya había
hecho mi colega, en lo pertinente a la nave y la ruta propuesta a navegar
dentro de la zona de canales. Mientras tanto, el Práctico de Guardia, que ya había
asumido el control de la navegación, se aprontaba a enfilar la nave hacia la Primera Angostura. Pocos minutos
más tarde, cuando estuvimos al través del VTS (estación de control de tráfico
marítimo) de Punta Delgada, nos reportaríamos y anunciaríamos el paso del buque
por determinados puntos de la ruta a navegar.
Cuando
la luz del sol ya no alumbraba las cumbres del paso bioceánico, las rachas de
viento que alcanzaban a los 50 nudos procedentes del Nornoroeste, producían un
fuerte ruido al encontrarse con la metálica estructura que avanzaba en esa
dirección a través del Paso del Mar. La oscura noche y la lluvia intensa
agregaban mayor expectación al escenario que encontraríamos al pasar al través del
Cabo Pilar y comenzar a adentrarnos en el océano, abierto e imbatible. Los
hombres de la Armada de Chile que permanecen por largos períodos instalados en
los Islotes Evangelistas, serían al cabo de algunas horas, nuestro próximo y
último contacto radial con la tierra magallánica de nuestro país. A ellos se
les reportaría nuestro paso por sus inmediaciones y otros datos que son parte
del protocolo de seguridad marítima establecido por la autoridad asentada en el
puerto de Valparaíso.
Cuando
ya era la hora de desayunar de nuestro segundo día a bordo, el Capitán decidió
que entrásemos a los canales patagónicos para capear los balances pronunciados
que el buque estaba experimentando por causa de la potente ola que venía del
oeste-suroeste. Ya por el mediodía pasamos el Cabo Jorge, allí en el Estrecho
Nelson y entonces vino la calma, cesó el movimiento y la vida a bordo se tornó
más llevadera.
A
la hora de almuerzo, el camarero llegó al Puente de Gobierno con una bandeja y
dos platos de sopa de pollo que pretendía ser una cazuela, pero sin todos los
ingredientes conocidos dentro de nuestra cultura culinaria chilena. Antes, yo
le había hecho un listado al oficial de Guardia, con los ingredientes básicos
que el cocinero, si lo tenía a bien, preparase para nosotros. Los siguientes
días, el plato lo repitió en cuatro ocasiones. Cuando ya nos encontrábamos en
franca navegación oceánica costera, me aproximé a la cocina para intentar
preparar una pequeña porción de arroz con algunas verduras que le diesen
aspecto y sabor distinto al arroz blanco y lavado que acostumbran comer los
habitantes del lejano oriente. El cocinero amablemente interpretó mis señas y
puso a mi disposición los materiales necesarios, mientras tanto él rebanaba una
cantidad moderada de zanahorias para preparar el almuerzo de la tripulación y
también observaba lo que yo hacía. El arroz que comeríamos Jorge y yo a la hora
de almuerzo demoró poco en estar cocinado. Este, acompañado con una pequeña
porción de carne de vaca hervida y luego salteada con aceite de soja –parte de
lo que había preparado el cocinero- fue suficiente para saciar nuestro apetito
a esa hora. Por la tarde, a la hora de la cena, el cocinero había preparado una
nueva porción de arroz copiando la “receta” que yo había preparado antes. Mi
colega, que no vio la olla chica donde había una cantidad de aquello hecho por
mí, se sirvió de la porción que el cocinero había elaborado. Cuando lo probó,
me dijo que el arroz estaba un tanto duro.
Ya
le había contado a Jorge que en otro buque en el cual preparé pechuga de pollo
al jugo con variadas verduras, el cocinero también me copió la fórmula y la
repitió luego durante cuatro días por lo que comimos lo mismo a la hora de
almuerzo y cena.
En
nuestra ruta por el Canal Sarmiento, estando en las proximidades de la
Angostura Guía, nos encontramos con naves menores cuyos tripulantes dan muestra
de fortaleza y coraje notables al navegar y trabajar en una zona que se
caracteriza por sus bajas temperaturas y generalmente azotada por fuertes
vientos y lluvia. Ellos se dedican a la extracción de algunos recursos marinos
como lo son bivalvos y crustáceos de gran tamaño, durante las épocas
establecidas por la autoridad de pesca pertinente. Sus bodegas, capaces de
almacenar varias toneladas de esos productos, son transportadas desde los
helados fiordos de la región donde se encuentran los Campos de Hielo Sur, hacia
el puerto de la ciudad enclavada en el Seno de Última Esperanza, Puerto
Natales. También y con el mismo lugar de destino, por un costado de nuestra
nave, nos encontramos con el “Trinidad I”, en su ruta desde Puerto Montt,
sirviendo a la conectividad marítima entre la Región de Magallanes y la Región
de Los Lagos, mientras por el otro costado observamos el lento desplazamiento
del “Ultra Tronador”, que esperaba mejores condiciones de mar y viento en el
Canal Concepción, para entrar al Terminal Marítimo de la Isla Guarello –aquella
de los hombres solos- y embarcar un nuevo cargamento de piedra caliza cuyo
destino usual es el muelle de Huachipato, en la VIII Región. A lo lejos y a una
distancia poco mayor a las veinte millas nos seguía aguas el buque de pasajeros
“Cristal Simphony”, nave de pasajeros en la que estuve hace varios años y ahora
se encontraba de guardia Eugenio, con quien hablé por pocos minutos contestando
a su llamada por VHF.
MN
“Sakizaya Noble” – Tercer Piloto y Timonel
El
viento ya había comenzado a disminuir en intensidad cuando el destello del faro
Tudor estuvo por nuestro costado de babor. La ola del suroeste comenzó a manifestarse
con menos energía que la que se había observado el día anterior, de modo que no
iba a ser necesario “capear el temporal” buscando refugio en los canales
Ladrilleros y Fallos, que están en la ruta previa a enfrentar el Golfo de
Penas. La llegada a la Estación de Prácticos de Laitec, allá en el lado sureste
de la Isla Grande de Chiloé, ya se podía estimar con mayor precisión.
No hay comentarios:
Publicar un comentario