Strait of Magellan & Chilean Fjords

lunes, 17 de junio de 2019


Buque de Wisdom
(Jaime Barrientos Proboste-Capitán de Alta Mar)

El granelero de propiedad de una compañía naviera con asiento en la china insular (Ex Formosa) y con tripulación de la tierra de la Gran Muralla en el que nos encontrábamos embarcados con mi colega, se aprontaba a salir al mar océano por la boca occidental del Estrecho de Magallanes. En las horas previas a esa etapa del viaje hacia el norte del país, permanecíamos expectantes de ver como se comportaría la nave cuando estuviera totalmente expuesta a la inclemencia del temporal que azotaba gran parte de la Patagonia. El mal tiempo se había hecho sentir durante todo el trayecto recorrido desde Bahía Posesión -a temprana hora de la madrugada- hasta ese momento en que el Cabo Pilar se mostraba en las pantallas de radar y el dispositivo de cartas electrónicas, luego de casi 24 horas de estadía a bordo.
La noche anterior, cuando la escala de prácticos estuvo a nuestro alcance, una ola estalló entre la lancha que nos transportaba y el negro casco del buque que se insinuaba aún más largo de lo que sus medidas oficiales acreditaban, sumado a ello su reducido franco bordo lo hacía ver como una gran viga flotando en el mar.  Sin duda, la estructura de la nave revelaba ser una poderosa construcción, en cuyas bodegas se transportaban más de 70.000 toneladas de carbón y a su paso separaba otras tantas miles de toneladas de agua salada en sus singladuras desde el puerto de carga en Colombia, hacia su destino en la zona norte de Chile. El pantalón de Jorge recogió parte del agua que volaba por el aire impulsada por el viento reinante. Subí detrás de él con mejor suerte y llegué seco a la cubierta principal. Como es costumbre durante la maniobra descrita, el Práctico que no debe asumir la guardia correspondiente en ese momento, espera el bagaje que es izado por un par de marineros del buque y luego se encamina hacia el interior del buque para acomodar las pertenencias de ambos integrantes ocasionales del “Equipo de Puente”. Ese grupo humano que hace varios años ya, fue definido con ese término por quienes trabajan para una entidad intergubernamental que se encuentra allá en Londres, a miles de millas marinas de distancia de nuestro territorio. Ellos tienen la tarea permanentemente de crear una y otra norma, para luego difundirlas a los países asociados y, estos a su vez hacerlas cumplir finalmente por los cientos de miles de integrantes de las dotaciones de buques mercantes que transportan una infinidad de mercancías a través de los mares y océanos del mundo .

Una vez verificada la condición de los camarotes o cabinas asignados a nosotros, los nuevos “huéspedes”, subí las tres cubiertas que nos separarían de la zona de trabajo y nuestro lugar de descanso, para presentarme al Capitán de la nave. Luego de abrir la puerta del Puente de Gobierno, nos saludamos e intercambiamos  información complementaria a lo que ya había hecho mi colega, en lo pertinente a la nave y la ruta propuesta a navegar dentro de la zona de canales. Mientras tanto, el Práctico de Guardia, que ya había asumido el control de la navegación, se aprontaba a enfilar  la nave hacia la Primera Angostura. Pocos minutos más tarde, cuando estuvimos al través del VTS (estación de control de tráfico marítimo) de Punta Delgada, nos reportaríamos y anunciaríamos el paso del buque por determinados puntos de la ruta a navegar.

Cuando la luz del sol ya no alumbraba las cumbres del paso bioceánico, las rachas de viento que alcanzaban a los 50 nudos procedentes del Nornoroeste, producían un fuerte ruido al encontrarse con la metálica estructura que avanzaba en esa dirección a través del Paso del Mar. La oscura noche y la lluvia intensa agregaban mayor expectación al escenario que encontraríamos al pasar al través del Cabo Pilar y comenzar a adentrarnos en el océano, abierto e imbatible. Los hombres de la Armada de Chile que permanecen por largos períodos instalados en los Islotes Evangelistas, serían al cabo de algunas horas, nuestro próximo y último contacto radial con la tierra magallánica de nuestro país. A ellos se les reportaría nuestro paso por sus inmediaciones y otros datos que son parte del protocolo de seguridad marítima establecido por la autoridad asentada en el puerto de Valparaíso.

Cuando ya era la hora de desayunar de nuestro segundo día a bordo, el Capitán decidió que entrásemos a los canales patagónicos para capear los balances pronunciados que el buque estaba experimentando por causa de la potente ola que venía del oeste-suroeste. Ya por el mediodía pasamos el Cabo Jorge, allí en el Estrecho Nelson y entonces vino la calma, cesó el movimiento y la vida a bordo se tornó más llevadera.
A la hora de almuerzo, el camarero llegó al Puente de Gobierno con una bandeja y dos platos de sopa de pollo que pretendía ser una cazuela, pero sin todos los ingredientes conocidos dentro de nuestra cultura culinaria chilena. Antes, yo le había hecho un listado al oficial de Guardia, con los ingredientes básicos que el cocinero, si lo tenía a bien, preparase para nosotros. Los siguientes días, el plato lo repitió en cuatro ocasiones. Cuando ya nos encontrábamos en franca navegación oceánica costera, me aproximé a la cocina para intentar preparar una pequeña porción de arroz con algunas verduras que le diesen aspecto y sabor distinto al arroz blanco y lavado que acostumbran comer los habitantes del lejano oriente. El cocinero amablemente interpretó mis señas y puso a mi disposición los materiales necesarios, mientras tanto él rebanaba una cantidad moderada de zanahorias para preparar el almuerzo de la tripulación y también observaba lo que yo hacía. El arroz que comeríamos Jorge y yo a la hora de almuerzo demoró poco en estar cocinado. Este, acompañado con una pequeña porción de carne de vaca hervida y luego salteada con aceite de soja –parte de lo que había preparado el cocinero- fue suficiente para saciar nuestro apetito a esa hora. Por la tarde, a la hora de la cena, el cocinero había preparado una nueva porción de arroz copiando la “receta” que yo había preparado antes. Mi colega, que no vio la olla chica donde había una cantidad de aquello hecho por mí, se sirvió de la porción que el cocinero había elaborado. Cuando lo probó, me dijo que el arroz estaba un tanto duro.  
Ya le había contado a Jorge que en otro buque en el cual preparé pechuga de pollo al jugo con variadas verduras, el cocinero también me copió la fórmula y la repitió luego durante cuatro días por lo que comimos lo mismo a la hora de almuerzo y cena.

En nuestra ruta por el Canal Sarmiento, estando en las proximidades de la Angostura Guía, nos encontramos con naves menores cuyos tripulantes dan muestra de fortaleza y coraje notables al navegar y trabajar en una zona que se caracteriza por sus bajas temperaturas y generalmente azotada por fuertes vientos y lluvia. Ellos se dedican a la extracción de algunos recursos marinos como lo son bivalvos y crustáceos de gran tamaño, durante las épocas establecidas por la autoridad de pesca pertinente. Sus bodegas, capaces de almacenar varias toneladas de esos productos, son transportadas desde los helados fiordos de la región donde se encuentran los Campos de Hielo Sur, hacia el puerto de la ciudad enclavada en el Seno de Última Esperanza, Puerto Natales. También y con el mismo lugar de destino, por un costado de nuestra nave, nos encontramos con el “Trinidad I”, en su ruta desde Puerto Montt, sirviendo a la conectividad marítima entre la Región de Magallanes y la Región de Los Lagos, mientras por el otro costado observamos el lento desplazamiento del “Ultra Tronador”, que esperaba mejores condiciones de mar y viento en el Canal Concepción, para entrar al Terminal Marítimo de la Isla Guarello –aquella de los hombres solos- y embarcar un nuevo cargamento de piedra caliza cuyo destino usual es el muelle de Huachipato, en la VIII Región. A lo lejos y a una distancia poco mayor a las veinte millas nos seguía aguas el buque de pasajeros “Cristal Simphony”, nave de pasajeros en la que estuve hace varios años y ahora se encontraba de guardia Eugenio, con quien hablé por pocos minutos contestando a su llamada por VHF.


    MN “Sakizaya Noble” – Tercer Piloto y Timonel

El viento ya había comenzado a disminuir en intensidad cuando el destello del faro Tudor estuvo por nuestro costado de babor. La ola del suroeste comenzó a manifestarse con menos energía que la que se había observado el día anterior, de modo que no iba a ser necesario “capear el temporal” buscando refugio en los canales Ladrilleros y Fallos, que están en la ruta previa a enfrentar el Golfo de Penas. La llegada a la Estación de Prácticos de Laitec, allá en el lado sureste de la Isla Grande de Chiloé, ya se podía estimar con mayor precisión.


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