Strait of Magellan & Chilean Fjords

viernes, 14 de julio de 2017

Zona de Pilotaje
                                             (Jaime Barrientos Proboste-Capitán de Alta Mar)

El viaje hacia Quintero transcurrió sin darnos mayor cuenta de ciertos lugares que normalmente marcan las etapas del trayecto de poco más de 42 kilómetros iniciados en Viña del Mar. La rotonda de Con Con, el cruce de la línea férrea utilizada por los trenes y su carga de mineral, el Puente Santa Julia y finalmente la otra rotonda que define el acceso al gran Puerto Industrial-Energético de la V Región de Valparaíso.

Bajamos del automóvil que nos llevó hasta el puerto de embarco y nos dirigimos a la Capitanía de Puerto, para registrar allí -en el cuaderno para esos efectos- nuestros nombres y datos de la nave a pilotear durante su tránsito por el Estrecho de Magallanes. Esto sería casi tres días y medio después que el buque largara sus amarras del terminal de Gas Natural Líquido (GNL).
Ya en el antiguo Muelle Asimar, identificamos la lancha que nos aproximaría al costado del buque tanque gasero. Este se encontraba en el costado norte del terminal de gas natural existente -ya por varios años- en las cercanías de la playa de Loncura.

La escala real del tanquero “Clean Energy”(1)  estaba casi al andar (paralela) de su cubierta principal y a una distancia cercana a los 16 metros sobre el nivel de flotación del buque. Una vez que la embarcación menor estuvo abarloada al casco del mercante, miembros de su tripulación, arriaron la escala de Prácticos. Cuando el dispositivo hecho de cuerdas y peldaños de madera estuvo en posición adecuada para embarcarnos, los marineros de la nave mayor hicieron lo propio con la “escala real”, posicionándola a una altura y ángulo apropiado y seguro para nuestro ascenso por ambos elementos de acceso a la nave. En el momento de aprontarnos a subir las escalas, la lancha experimentaba un movimiento vertical por causa de la marejada, la que en esos instantes tenía unos dos metros de altura. Pocos minutos pasaron cuando la lancha estuvo en la cresta de una ola y pudimos iniciar la escalada hacia la cubierta principal del buque. Nuestras manos se agarraron firmemente de los cabos y los pies se mantuvieron bien apoyados en cada peldaño dando cuenta de toda nuestra atención a la maniobra en desarrollo. Una vez cerca de la plataforma de la escala real, continuamos el ascenso hasta llegar  a la parte superior de la misma, donde el oficial de guardia que nos observaba, saludó amablemente y nos dio la bienvenida al buque.

Jorge Garavito y yo habíamos efectuado otras comisiones de pilotaje juntos en otras oportunidades, pero distanciadas una de otra. De eso había pasado bastante tiempo, así que ahora tendríamos la oportunidad de actualizar nuestras vivencias de pilotaje y otros variados hechos. No pasarían muchas horas hasta que los temas de conversación surgirían para amenizar los días de permanencia abordo, lo que ocurre normalmente en cada pilotaje, pero mayormente en aquellas comisiones que se inician o terminan en puertos ubicados fuera de la Zona de Pilotaje. Los temas que afloran usualmente, permiten fortalecer el vínculo de orden laboral, lo cual es un aporte en la tarea a realizar y a su vez ayuda para hacer grato el tiempo de embarco en particular.

Cuando estuvimos ya en la superestructura de la nave, uno de los oficiales de cubierta nos indicó cuales serían nuestros camarotes, donde pocos minutos después nos entregaron nuestras maletas conteniendo los efectos personales, cartas náuticas y computador con el programa de navegación “winplotter”. Respecto a esto último, seguramente el Almirante Jorge Swett nunca imaginó que su aporte tecnológico a la función ya dicha, se habría de constituir en la “ayuda a la navegación” más utilizada por varias decenas de Prácticos de Canales desde mediados del año 2000 en adelante. En la actualidad, esta herramienta de trabajo, ha pasado a ser parte esencial del equipamiento empleado para llevar a cabo la tarea de asistir la navegación por canales y fiordos de nuestro territorio al sur del paralelo 41° Sur, Sin lugar a dudas, su creador y el programa electrónico mismo ya tienen su sitial en la historia del pilotaje chileno.

El Capitán de nacionalidad india nos recibió de manera cordial justo en el momento en que estábamos ingresando a las cabinas asignadas. Le preguntamos si acaso ya conocía la zona de canales, a lo cual contestó que sí, agregando algunos antecedentes respecto a instrucciones de su armador y el pronóstico de tiempo que había obtenido recientemente. La condición meteorológica se vislumbraba favorable durante los próximos dos días de navegación oceánica hacia el sur. Nosotros confirmamos  lo anterior, agregando que el viento norte aumentaría de intensidad más al sur del Faro Corona, lo que a su vez nos impulsaría con mayor velocidad en demanda del acceso occidental del Estrecho de Magallanes.

Ya había amanecido cuando desperté después de nuestra permanencia a bordo las primeras 9 horas de viaje. Un vaso de jugo de naranja, leche con cereal (müesli) y una taza de té fue la ingesta a la hora del desayuno. La mañana estaba tranquila y soleada, lo cual invitaba a la contemplación del vasto océano de color azul, mientras la nave en lastre (vacíos sus estanques por haber dejado su cargamento en Quintero) balanceaba y cabeceaba suavemente rompiendo el agua al paso de sus 85.610 toneladas de desplazamiento.
Mientras eso ocurría, una vez más pensaba en el hecho de estar embarcado sin realizar todavía el trabajo para el cual nos encontrábamos a bordo. Desde mi trasfondo de marino mercante, siempre he pensado que permanecer a bordo en esas circunstancias, podría generar un cierto grado de incomodidad a la tripulación de la nave. Desde su Capitán, hasta el camarero, quien tiene que atender a dos personas más en el comedor. Es que de una u otra forma estamos invadiendo sus espacios comunes, siendo dos extraños que alteran un tanto su diario vivir y rutinas. El solo hecho de no tener un rol preciso y determinado, por sí constituye una situación poco frecuente a bordo de una nave mercante.

Por la proa se avizoraban casi 80 horas de navegación para llegar a los Islotes Evangelistas. Desde allí a Cabo Pilar, la entrada occidental del paso bioceánico descubierto por el insigne marino portugués, solo restaría un par de horas más para iniciar nuestro trabajo…


(1)        En la actualidad las naves GNL como la mencionada en esta nota han disminuido notablemente las solicitudes de pilotaje. Se estima que la gran mayoría de ellas utiliza el Canal de Panamá en sus navegaciones desde el Océano Atlántico al Océano Pacífico y viceversa. 

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