Zona de
Pilotaje
(Jaime
Barrientos Proboste-Capitán de Alta Mar)

Bajamos
del automóvil que nos llevó hasta el puerto de embarco y nos dirigimos a la
Capitanía de Puerto, para registrar allí -en el cuaderno para esos efectos- nuestros
nombres y datos de la nave a pilotear durante su tránsito por el Estrecho de
Magallanes. Esto sería casi tres días y medio después que el buque largara sus
amarras del terminal de Gas Natural Líquido (GNL).
Ya
en el antiguo Muelle Asimar, identificamos la lancha que nos aproximaría al
costado del buque tanque gasero. Este se encontraba en el costado norte del terminal
de gas natural existente -ya por varios años- en las cercanías de la playa de
Loncura.
La escala real del tanquero “Clean
Energy”(1) estaba casi al andar (paralela)
de su cubierta principal y a una distancia cercana a los 16 metros sobre el
nivel de flotación del buque. Una vez que la embarcación menor estuvo abarloada
al casco del mercante, miembros de su tripulación, arriaron la escala de
Prácticos. Cuando el dispositivo hecho de cuerdas y peldaños de madera estuvo
en posición adecuada para embarcarnos, los marineros de la nave mayor hicieron
lo propio con la “escala real”, posicionándola a una altura y ángulo apropiado
y seguro para nuestro ascenso por ambos elementos de acceso a la nave. En el momento
de aprontarnos a subir las escalas, la lancha experimentaba un movimiento
vertical por causa de la marejada, la que en esos instantes tenía unos dos
metros de altura. Pocos minutos pasaron cuando la lancha estuvo en la cresta de
una ola y pudimos iniciar la escalada hacia la cubierta principal del buque. Nuestras
manos se agarraron firmemente de los cabos y los pies se mantuvieron bien
apoyados en cada peldaño dando cuenta de toda nuestra atención a la maniobra en
desarrollo. Una vez cerca de la plataforma de la escala real, continuamos el
ascenso hasta llegar a la parte superior
de la misma, donde el oficial de guardia que nos observaba, saludó amablemente y
nos dio la bienvenida al buque.
Jorge Garavito y yo habíamos efectuado otras
comisiones de pilotaje juntos en otras oportunidades, pero distanciadas una de
otra. De eso había pasado bastante tiempo, así que ahora tendríamos la oportunidad
de actualizar nuestras vivencias de pilotaje y otros variados hechos. No
pasarían muchas horas hasta que los temas de conversación surgirían para
amenizar los días de permanencia abordo, lo que ocurre normalmente en cada
pilotaje, pero mayormente en aquellas comisiones que se inician o terminan en
puertos ubicados fuera de la Zona de Pilotaje.
Los temas que afloran usualmente, permiten fortalecer el vínculo de orden
laboral, lo cual es un aporte en la tarea a realizar y a su vez ayuda para
hacer grato el tiempo de embarco en particular.
Cuando
estuvimos ya en la superestructura de la nave, uno de los oficiales de cubierta
nos indicó cuales serían nuestros camarotes, donde pocos minutos después nos
entregaron nuestras maletas conteniendo los efectos personales, cartas náuticas
y computador con el programa de navegación “winplotter”. Respecto a esto
último, seguramente el Almirante Jorge Swett nunca imaginó que su aporte
tecnológico a la función ya dicha, se habría de constituir en la “ayuda a la
navegación” más utilizada por varias decenas de Prácticos de Canales desde
mediados del año 2000 en adelante. En la actualidad, esta herramienta de
trabajo, ha pasado a ser parte esencial del equipamiento empleado para llevar a
cabo la tarea de asistir la navegación por canales y fiordos de nuestro
territorio al sur del paralelo 41° Sur, Sin lugar a dudas, su creador y el
programa electrónico mismo ya tienen su sitial en la historia del pilotaje
chileno.
El
Capitán de nacionalidad india nos recibió de manera cordial justo en el momento
en que estábamos ingresando a las cabinas asignadas. Le preguntamos si acaso ya
conocía la zona de canales, a lo cual contestó que sí, agregando algunos
antecedentes respecto a instrucciones de su armador y el pronóstico de tiempo
que había obtenido recientemente. La condición meteorológica se vislumbraba
favorable durante los próximos dos días de navegación oceánica hacia el sur.
Nosotros confirmamos lo anterior, agregando
que el viento norte aumentaría de intensidad más al sur del Faro Corona, lo que
a su vez nos impulsaría con mayor velocidad en demanda del acceso occidental
del Estrecho de Magallanes.
Ya
había amanecido cuando desperté después de nuestra permanencia a bordo las
primeras 9 horas de viaje. Un vaso de jugo de naranja, leche con cereal
(müesli) y una taza de té fue la ingesta a la hora del desayuno. La mañana estaba
tranquila y soleada, lo cual invitaba a la contemplación del vasto océano de
color azul, mientras la nave en lastre (vacíos sus estanques por haber dejado
su cargamento en Quintero) balanceaba y cabeceaba suavemente rompiendo el agua
al paso de sus 85.610 toneladas de desplazamiento.
Mientras
eso ocurría, una vez más pensaba en el hecho de estar embarcado sin realizar
todavía el trabajo para el cual nos encontrábamos a bordo. Desde mi trasfondo
de marino mercante, siempre he pensado que permanecer a bordo en esas
circunstancias, podría generar un cierto grado de incomodidad a la tripulación
de la nave. Desde su Capitán, hasta el camarero, quien tiene que atender a dos
personas más en el comedor. Es que de una u otra forma estamos invadiendo sus
espacios comunes, siendo dos extraños que alteran un tanto su diario vivir y
rutinas. El solo hecho de no tener un rol preciso y determinado, por sí
constituye una situación poco frecuente a bordo de una nave mercante.
Por
la proa se avizoraban casi 80 horas de navegación para llegar a los Islotes Evangelistas.
Desde allí a Cabo Pilar, la entrada occidental del paso bioceánico descubierto
por el insigne marino portugués, solo restaría un par de horas más para iniciar
nuestro trabajo…
(1)
En la actualidad
las naves GNL como la mencionada en esta nota han disminuido notablemente las
solicitudes de pilotaje. Se estima que la gran mayoría de ellas utiliza el
Canal de Panamá en sus navegaciones desde el Océano Atlántico al Océano
Pacífico y viceversa.