Strait of Magellan & Chilean Fjords

jueves, 2 de diciembre de 2021

Puente Río Robalo

 Soplaba un frío viento del este cuando Vladimir y yo nos embarcamos en el bote motor “Soapy” para llevarnos al muelle de pescadores en la pequeña y austral ciudad de Puerto Williams.  Una vez en tierra dirigimos nuestros pasos hacia el poniente, con suficiente ánimo para caminar los casi 6 kms. que distan del lugar donde estuvo emplazada la “Batería Robalo”. En dicho lugar estuvieron apostados hace más de 4 décadas algunos infantes de marina, hecho ocurrido durante la época en que los ánimos en el Beagle estaban un tanto “caldeados” por el deseo de apropiación de nuestros vecinos respecto de un trío de islas chilenas ubicadas al oriente de la Isla Navarino. Dios misericordioso impidió que el asunto desembocara en una tragedia.

El bosque de lengas y ñirres, donde los primeros predominan, nos acogió con su sombra y el aire impregnado al olor de la foresta llenó nuestros pulmones. Mientras caminábamos encontramos vestigios de ciertos elementos que dan cuenta de lo que debió haber sido esa época en la vida de las personas que alguna vez habían jurado “rendir la vida si fuese necesario”. Nada fácil aquello. En circunstancias de vida tan extremas a lo que es normal y habitual, como lo es contar con una buena comida caliente, ropa de abrigo cómoda, cama blanda y una ducha con un buen chorro de agua, deja de serlo y entonces hay que luchar para adaptarse a esa nueva realidad. Cuánto desconocen muchas personas lo que todo ello significa y a la vez expresar o sentir tan poco reconocimiento –o nada- por el rol cumplido de parte de los que vivieron en precarias condiciones por largo tiempo en respuesta al llamado de la patria. La ciudadanía distante de la contingencia esa no imagina el esfuerzo humano desplegado. El tema ya es del pasado y hoy nos enfrentamos a otro momento decisivo en la tierra larga y angosta de Sudamérica. Las generaciones futuras quizás recordarán ambas situaciones, la memoria es muy frágil y la historia se cuenta de manera parcial muchas veces.

Continuamos caminando hacia la caleta que se presentaba varios metros debajo de la quebrada donde nos encontrábamos y llegamos fácilmente al Puente Río Robalo, a poco de andar nos introducimos a un parque temático de carácter “étnico natural” que luce prácticamente en el abandono y sin presencia humana, seguramente por las restricciones que ha impuesto la pandemia que se esparció desde la tierra de Mao Zedong. Al retirarnos de allí caminamos hacia la desembocadura del río, aquel lugar donde se encuentra con el Beagle, para observar el paisaje y fotografiar a unos caiquenes que compartían su espacio con algunas gaviotas. Luego volvimos a caminar hacia el puente y nos fotografiamos cada uno de manera alternada. Vladimir me devolvió mi cámara fotográfica en instantes en que se acercaba por la ruta un vehículo desde el oriente. Le hice señas para que se detuviese y cuando estuvo cerca le pregunté al conductor por la distancia que habría desde ese punto hasta el lugar de acceso al sendero que conduce a la “Cascada el Bronce”, respondió diciendo que estaba cerca y que ellos iban en esa dirección de modo que nos invitó a subir a su automóvil “todo terreno”. Al descender todos del vehículo, revisé mi mochila pues advertí menor peso en ella comprobando que faltaba mi cámara fotográfica, la busqué repetidas veces sin encontrarla. Me invadió un sentimiento de pesar y recriminación hacia mí mismo por haberla perdido. “Vladi” y yo volvimos sobre nuestros pasos en búsqueda del objeto que hacía varios meses me había regalado mi hijo mayor. El conductor del vehículo nos alcanzó luego de haber caminado un centenar de metros y nos llevó al lugar del infortunado hecho. No había rastro de mi cámara de hacer fotos. Regresamos nuevamente al lugar de inicio del sendero hacia la cascada. Nuevamente caminamos por un bosque de lengas, ahora más húmedo y fresco, escuchando por nuestro costado izquierdo el rugido del agua que buscaba su encuentro con el mar, mientras eso ocurría yo rogaba a mi Dios que me ayudase a recobrar mi cámara fotográfica. Ya en las cercanías de la cascada esta se hacía notar por el impacto del agua con las rocas varios metros más abajo, donde se forma un pozón que luce hermoso, pero que invita solo a algunos valientes para una zambullida, a los más tolerantes de entrar en contacto con sus gélidas aguas.


La contemplación del lugar fue reconfortante para nuestra mente y espíritu. Mientras estaba sentado sobre una piedra di gracias a Dios por la ocasión de estar allí y maravillarme una vez más con su creación. Luego de unos minutos en ello, Vladimir me invitó a compartir un pedazo de pan con queso y yo le retribuí con una de las naranjas que llevaba para la ocasión. Al regreso, mientras bordeábamos el río, me acerqué a un dispositivo que alguien instaló para rellenar cantimploras o botellas, con el fin de beber directamente un poco de esa agua fresca y pura que se encuentra rara vez en la vida cotidiana de tantas personas. Como no aprovechar esa oportunidad.

Caminábamos de regreso, cuando al terminar de subir una cuesta de poca pendiente escuchamos un vehículo que se detuvo a nuestro lado, eran las mismas personas que nos habían transportado previamente. Nos acomodamos rápidamente en el asiento trasero y la conversación fluyó entre los cuatro viajeros, acortando nuestro viaje de regreso a la pequeña ciudad de la comuna de Cabo de Hornos. Al bajarnos y despedirnos de los amables jóvenes residentes allí, me dirigí a la estación de radio local para solicitar se pusiese un aviso acerca de mi objeto perdido. Ya no había atención a esa hora, de modo que debía esperar hasta el día siguiente.

Acto seguido, habiendo comprado un vaso de café y un par de queques en un pequeño local de venta de alimentos, nos sentamos en una de las bancas de la costanera para disfrutar de la modesta merienda. Al terminar, mientras nos dirigíamos hacia una calle cercana a la costa, recibí una llamada por teléfono, era el 2do. Oficial del “Doña Ana” quien me preguntó si había salido con mi cámara fotográfica. Le contesté que sí, pero que la había extraviado durante la caminata de paseo indicándole también el lugar del extravío, de inmediato supuse buena noticia. El oficial de la nave agregó a continuación que había recibido un llamado por radio, donde le informaron que una persona había encontrado una cámara fotográfica mientras se desplazaba hacia Puerto Navarino y que a su regreso la había dejado en la Capitanía de Puerto pues se había dado cuenta, por las fotografías que había visto, pertenecería a una persona del tanquero fondeado a la gira en la bahía. Cuando escuché todo eso, me alegré muchísimo y agradecí a Dios por lo sucedido, al igual que a quien tuvo la honradez y gentileza de llevarla hasta el lugar donde pude recuperarla y ahora guardar bien en mi mochila.

El regreso a bordo fue muy grato por todas las experiencias vividas,  apreciando muchísimo la buena voluntad de quienes conocí durante la tarde del primer día de Diciembre de 2021.


P.D. Mi especial reconocimiento y gratitud hacia la persona que encontró mi artilugio fotográfico, el C° 1ro. Sr. P. Salazar (Distrito Naval Beagle), quien con su acto de buena voluntad dio cuenta de su alta condición de honorabilidad.