Strait of Magellan & Chilean Fjords

viernes, 5 de julio de 2019



Ní Háo – Xié xié (Hola – Gracias)

(Jaime Barrientos Proboste-Capitán de Alta Mar)


El día había amanecido con menos nubosidad en Mechaico, pero todavía persistían algunos chubascos por causa del pequeño frente frío que había afectado la costa chilota desde el día anterior. Don Rigoberto, como de costumbre, llegó a la hora para recogerme y llevarme a la Capitanía de Puerto de Ancud que dista unos 7 kilómetros de ese lugar apacible y rodeado de vegetación. La tarde anterior yo había llegado al refugio familiar que por un par de años hasta ahora nos ha acogido en esa tierra sureña que sorprende con sus paisajes naturales, la hospitalidad de su gente nativa y sus costumbres y dichos tan peculiares que todavía encantan a sus visitantes provenientes de diversos lugares geográficos de vuestro cada vez más “pequeño planeta”. Son mayormente chilenos de la zona central y no pocos europeos y de Norteamérica los que se han atrevido a hacer su vida en diversos puntos del archipiélago de Chiloé. Es que la tierra, los bosques y el agua son un tesoro que día a día van adquiriendo mayor interés de parte de muchas personas que buscan darle otro tipo de valor agregado a sus vidas y han dejado atrás las ciudades de cemento y aglomeración humana.

Luego de dejar mi equipaje de viaje en la sala donde se aposta el personal de guardia y atención de público de la repartición naval ubicada cerca del muelle de pescadores, caminé a la frutería más cercana para comprar un plátano y una naranja a modo de asegurarme disfrutar sus sabores, previendo que no dispondría de ese tipo de alimentos durante los próximos cuatro días de estadía y trabajo a bordo. Estaba en esos afanes cuando mi colega de trabajo y yo nos encontramos en la calle. Él había llegado hacía pocos minutos a la ciudad, para  asumir también la tarea para la cual habíamos sido designados desde la oficina de pilotaje en Valparaíso.
La silueta de la motonave “Top Fortune” se veía claramente en las cercanías del Faro Corona cuando dejamos el muelle en la lancha “Río Pudeto”, en ella su tripulación nos recibió como siempre, de manera cálida y con buen sentido del humor. Mientras avanzábamos al punto de reunión de ambas naves, confirmamos con el Capitán la banda (o lado) para abarloarnos a ella y también la posición de la escala de prácticos cuyo extremo inferior debía situarse a un metro sobre el agua aproximadamente. Cuando ambas naves estuvieron a una
distancia aproximada de una milla marina y de acuerdo a las instrucciones dadas de nuestra parte en la comunicación radial sostenida con el mercante al momento de su ingreso a la “zona de transferencia”, esta giró a babor con fuerza para brindarnos la protección necesaria del viento y marejada proveniente desde el océano. Poco tiempo después, cuando los cascos de las naves se encontraron adosados, trepamos la escala para alcanzar la cubierta principal del buque y continuar nuestro ascenso para adentrarnos en el Puente de Gobierno. Luego del esfuerzo físico que demandó subir los peldaños de madera manteniéndonos bien agarrados de las cuerdas que dan forma al dispositivo dicho, caminamos por la amplia cubierta de acero y luego ingresar al caserío. Las escalas interiores de la superestructura del granelero aportaron con su cuota al esfuerzo físico que la maniobra había demandado, de modo que al llegar a darle la mano al Capitán de nacionalidad china yo estaba casi jadeando. Bueno, digo esto solo por mí, pues no advertí en qué estado de cansancio llegó mi colega al mismo lugar.

Posterior al apresurado saludo de rigor con la gente de abordo, enfilamos rumbo hacia la “campana grande”, una isla que se ubica en el sector occidental norte del Canal Chacao. Así, se dio inicio a una nueva travesía con destino a la Patagonia magallánica.
La nave granelera de casi 200 metros de eslora que había zarpado unas 30 horas antes  desde el puerto de Coronel, en la VIII Región, ahora se dirigía hacia su nuevo puerto de carga, Paranaguá, en el Estado de Santa Catarina donde embarcará 50.000 toneladas de maíz en grano con destino a Japón, la tierra del sol naciente. Brasil, país reconocido a nivel mundial por la samba, el fútbol y la cachaza, es también un tremendo exportador de materias primas, vehículos motorizados, cítricos y azúcar, entre otros bienes de consumo global.  Mientras el buque navega hacia la costa brasilera, la tripulación se afana preparando sus bodegas que transportaron 60.000 toneladas de carbón, ya descargadas en el puerto de Coronel. Ese cargamento había sido tomado en el puerto de Guaymas, estado de Sonora, Méjico.

El clima estuvo de nuestro lado durante los tres y medio días que demoramos en el trayecto desde Ancud hasta la Bahía Posesión y mientras el tiempo transcurría fuimos encontrándonos con algunas naves de menor tamaño que sirven en la logística de la industria salmonera. En la actualidad los canales que se encuentran al norte del Golfo de Penas hasta Puerto Montt, ya no bastan para criar las miles y miles de toneladas de salmón –el “pollo de mar” según el apodo que le he dado- ahora se producen también en canales cercanos al Estrecho de Magallanes, en la Patagonia chilena. Hombres y mujeres que viven en Puerto Natales y Punta Arenas, como también las personas que trabajan en los centros de cultivo han encontrado una oportunidad de trabajo para satisfacer sus necesidades cotidianas de sustento, educación y desarrollo personal.

Los canales del sur de Chile desde hace casi cuatro décadas ya no son los mismos, ni serán otra vez iguales. La industria llegó para quedarse por tiempo indefinido. Indudablemente que ejerciendo todos los involucrados sus roles con celo y esmero todo debería ir bien.

Ya se aproxima la lancha “Kaitek” -resplandor del sol, en lengua yagana- es momento de desembarcarnos pues nuestro trabajo ha llegado a su término…