Strait of Magellan & Chilean Fjords

jueves, 24 de mayo de 2012

Bienvenidos!!

                                          Cordillera Darwin-Tierra del Fuego (Bahía Ainsworth)


Durante 43 años a la fecha he tenido la oportunidad de navegar por la Zona de Canales de Chile comprendida entre el Canal Chacao y el Cabo de Hornos en el cumplimiento de tareas de orden laboral. Los roles a bordo de distintas naves de bandera nacional y extranjera han sido diversos, siendo en la actualidad uno que tiene que ver con la prestación de servicio que el Estado de Chile efectúa a naves extranjeras que requieren navegar aguas interiores chilenas en sus navegaciones de océano a océano, vale decir, desde el Pacífico al Atlántico o viceversa. Luego, quienes cumplen este trabajo de asesoría a la navegación, se denominan como "Prácticos de Canales". Estos provienen de dos fuentes de formación profesional, donde en algún momento de su desenvolvimiento profesional han ejercido el mando de naves, ya sea de la Marina Mercante Nacional o Marina de Guerra. Luego de las debidas acreditaciones, postulan a un puesto de trabajo que les permitirá experimentar múltiples y enriquecedoras experiencias marineras y socioculturales con personas de distintas nacionalidades provenientes de los más diversos lugares del mundo.

Les invito entonces a conocer un poco más de nuestro país, a través de las vivencias en una zona geográfica de nuestro territorio, poco conocida aún por connacionales y cada vez más visitada por extranjeros de todos los continentes de nuestro mundo.

Jaime Barrientos Proboste
Capitán de Alta Mar

VIAJE EN CRUCERO

  “STAR PRINCESS”




Muelle Prat - Valparaíso

El crucero que ocupa una gran extensión del Terminal Pacífico Sur en Valparaíso está allí desde tempranas horas del día, es de aquellos que se desplazan entre los hemisferios norte y sur buscando la temporada estival y uno de gran envergadura. Su itinerario contempla recalar varias veces en el emblemático puerto chileno. Durante la tarde, poco tiempo antes del zarpe, embarcará un número de personas que bien podría ser igual a la población de algunos pueblos de nuestro país. El viaje escogido les llevará hasta Buenos Aires o Río de Janeiro, los otros puertos de inicio o término de cada tramo, en los cuales se llevará a cabo también un nuevo recambio de pasajeros.
Al momento de escribir este relato, ha transcurrido más de una década desde que los operadores de estas naves comenzaron a interesarse cada vez más por incluir Sudamérica en la oferta turística mundial. El beneficio de esta actividad económica, ha sido y es del aprecio de quienes son parte de la cadena turística en varias ciudades puerto de nuestro país. Lo mismo ocurre en el lado oriental de la Cordillera de los Andes.

Valparaíso se viste bien mientras estos grandes buques permanecen atracados a las instalaciones portuarias que que los acogen con variadas atenciones técnicas y logísticas. Desde los diversos miradores existentes en la ciudad, anfiteatro de una porción del Océano Pacífico, son muchos quienes no pierden la oportunidad de registrar –en una suerte de postal- el espectáculo ante sus ojos, por lo que la figura imponente de estas llamativas naves que invitan al esparcimiento y la aventura, no pasan desapercibidas y llevan también a imaginar las más variadas situaciones que constituyen parte de los sueños de vivir de manera diferente, aunque sea por pocos días, escapando de lo rutinario, del estrés y de aquello que se nos impone el habitar en la ciudad.

La tarde avanza y se aproxima el momento en que llegarán los pasajeros para embarcarse. Estos vendrán desde diversos lugares del mundo, los más, cansados del viaje previo hasta este lugar. Sin embargo, todos, sin excepción, tendrán las mayores expectativas, deseando experimentar nuevas y reconfortantes vivencias que les ayudarán a renovar su ánimo y espíritu, para enfrentar lo cotidiano de una mejor manera al momento de regresar a “sus mundos reales”. 

- Desconectarse de la vorágine en que vivimos en el mundo actual hace bien. ¿Qué duda cabe de ello?

Los pasajeros arribados en la nave proveniente de los puertos más septentrionales de la ruta efectuada; Río de Janeiro y Buenos  Aires, ya desembarcaron antes del mediodía para dirigirse a otros puntos de vacaciones o de regreso a sus lugares de origen. Son muchos los que, en su trayecto a Santiago, harán una pasada por las viñas ubicadas en la ruta. Allí degustarán vinos, quesos y racimos de uva frescos y agradables al paladar. Un almuerzo con vista al Valle de Casablanca también es parte de la oferta de los que se han atrevido a desarrollar la industria vitivinícola criolla.

Al despedirme de parte de mi familia, afuera del Terminal de Pasajeros de Valparaíso (VTP), les abrazo y beso con el deseo de verles nuevamente al cabo de un par de semanas. El lugar donde se efectúa el “check-in” está ubicado en la zona aledaña al Muelle Barón. Este, hace varios años fue convertido en paseo público, donde también se ejecutan algunos deportes náuticos como remo en kayak, buceo y navegación a vela permitiendo principalmente a jóvenes y adultos, tener un contacto más estrecho con el mar y gozar de sus bondades que producen gran bienestar físico y del alma también.
Los buses de acercamiento, en el lado interior del terminal, permanecen estacionados y sus conductores dispuestos para transportar a los pasajeros hasta el costado de la nave en poco más de 7 minutos de viaje. Al descender de estos, se observa el portalón del buque, pasarela o escalinata que permite el acceso al mismo. Una vez a bordo de la nave y antes del ingreso al sector de Recepción o “Front Desk”, el personal de seguridad verifica la identificación de cada pasajero y solicita su paso por el dispositivo detector de metales.

A bordo hay gente de múltiples nacionalidades, donde los latinos han aumentado en número y dentro de ellos los chilenos no se quedan atrás. La crisis económica no ha impedido que en este viaje se embarquen más de 2600 pasajeros y poco más de 1060 tripulantes.  El circuito turístico que les ha atraído en esta ocasión incluye puertos de la Patagonia Chilena (Punta Arenas) y Argentina (Ushuaia), navegación a través de fiordos y canales sumados al legendario Estrecho de Magallanes y una circunnavegación de la Isla Hornos para apreciar en toda su magnitud, el mítico Cabo de Hornos. Posteriormente, será el turno de visitar Puerto Stanley, en el archipiélago de dominio inglés conocido como Islas Falklands. Desde ese punto, la nave zarpará hacia los puertos de Buenos Aires y Montevideo para concluir en Río de Janeiro.

Llega mi turno de abordar el bus (shuttle) de aproximamiento al muelle donde está atracada la nave. A mi lado está una dama que ya cumplió con su período laboral en la vida, ahora está de vacaciones y es tiempo de recrearse por estos lados de Sudamérica. Al descender del bus, ella se dirige hacia el portalón de embarco (Gangway) de pasajeros, mientras yo lo hago hacia aquel que utiliza la tripulación del buque. Es la primera vez que opto por este lugar de acceso, dando inicio a lo que será un corto tiempo de trabajo a bordo de una nave que destaca por su diseño y tamaño. Es blanco como la mayoría de su tipo, pero algunas de sus estructuras ubicadas en la parte superior marcan la diferencia con otras. Este cuenta con una discoteca de forma muy singular, es como una gran pasarela tubular que está situada a popa de la nave y erguida en el piso 18. El inmenso buque cuenta también con un cine abierto a las estrellas, cuya pantalla digital es enorme también y de una resolución y amplificación de sonido que la convierte en una maravilla tecnológica.

En el Puente de Gobierno, luego de abrirse una puerta -que solo permite el ingreso después de digitar una clave conocida por un reducido número de personas integrantes de “Equipo de Puente”- un par de oficiales italianos me reciben amablemente. El Capitán no se encuentra allí en ese momento quedando pendiente el saludo protocolar para más tarde.

Cuando el crepúsculo ha llegado y faltan algunas horas para el zarpe con rumbo al sur, ya se encuentran a bordo casi todos los pasajeros. Algunos aún no han llegado. Están atrasados y vienen volando desde el Cuzco luego de visitar Machu Pichu. Mientras tanto, un océano amplio y azul, sumado a la brisa que sopla desde el suroeste, está ahí, muy cerca, esperando que sus aguas se rompan al paso de uno de los grandes navíos del mundo que lo surcan día tras día transportando a quienes se disponen a soñar y ofreciéndoles aquello que les caracteriza. El espectáculo es magnífico. Se aprecian la grandeza del mar y la configuración de la costa, pudiendo captar el detalle de casas y edificios que llenan el anfiteatro natural porteño. Valparaíso y Viña del Mar se muestran para permanecer en la retina y memoria de quienes las observan desde las distintas cubiertas de la nave, ya sea que tuvieron o no la oportunidad de visitar algunos de los atractivos con que cuentan ambas ciudades.

Ahora ya es de noche, las luces de las ciudades ante nuestra vista -que por estos días acogen a miles de visitantes- con un suave destello, despiden a la nave que reposó por más de 16 horas apoyada en su costado de babor (izquierdo). Mientras esta evoluciona en la “poza de abrigo” para enfilar hacia el norte primero y luego hacer lo propio hacia el sur, son muchos los huéspedes abordo que disfrutan el espectáculo. Tres pitazos largos se hacen oír en la Bahía de Valparaíso, es la señal de despedida que el Capitán ha hecho sonar como parte de una tradición marinera de larga data. Hacia adelante, la ruta de navegación contempla recorrer más de 1500 millas náuticas hasta el puerto de Punta Arenas, también conocido por muchos extranjeros como “Sandy Point”. La ciudad emplazada en la ribera occidental del Estrecho de Magallanes, es el próximo destino señalado en el itinerario de viaje durante la presente temporada. Puerto Montt no verá al “gigante blanco” en esta ocasión, tal vez –como en años anteriores- ocurrirá nuevamente en la temporada siguiente. Serán cuatro días de navegación, donde el Océano Pacífico que baña nuestras costas, los canales y fiordos australes sumados al paso oceánico descubierto en 1520 por don Hernando, se mostrarán a los visitantes en facetas distintas donde la lluvia, nubes, el cielo azul, el viento y temperaturas medias darán forma a días que podrían ser de “cuatro estaciones”.

                                MV "Star Princess" - Oficiales de Cubierta y Práctico de Canales J.Barrientos P.

El viaje se va desarrollando dentro del programa establecido, de modo que los pasajeros que conforman un grupo cosmopolita, tienen la oportunidad de lograr el esparcimiento y ocio buscados. La lectura, conversación, comidas y bebidas abundan. También hay espacio para asistir a las atracciones y entretenciones propias de estos colosos del mar donde también están presentes algunas tiendas que encantan con sus productos. Joyas, perfumes y objetos de recuerdo -entre otros- hacen disminuir el volumen de las billeteras o aumentar la cuenta de las tarjetas plásticas. Afuera, vientos intensos del sur hasta la Isla Mocha (Región del Bío Bío) producen cabeceos pronunciados de la nave. Esta hunde su proa en el mar por algunos segundos, para luego levantarla como si quisiese tomar nuevo aliento. Más al sur, la permanente mar de fondo del oeste, se hace notar con mayor intensidad pasado el paralelo 41° sur (próximo a la latitud en que se ubica Puerto Montt). El Golfo de Penas (Peñas) está distante casi un día de navegación desde el acceso norte (Bahía de Ancud-Canal Chacao) de los canales del sur. Allí los vientos soplan con mayor rudeza mientras el oleaje marino aumenta en poder y tamaño. Por la popa, se observa la estela, esa “huella marina” que da cuenta por breve tiempo del paso de la nave que se desplaza por el salado y vasto océano, brindando sus diversos espacios y atracciones a una multitud ávida de estímulos que satisfagan y colmen sus sentidos.  

Amanece, es el día en que el Canal Trinidad –cuyo nombre hace honor a la nave que una vez estuvo bajo el mando de don Hernando de Magallanes- se asoma débilmente por causa de la lluvia del momento y nos acoge con sus quietas aguas, permitiendo un navegar apacible y dentro de una geografía que encanta a todos los que gustan de la naturaleza agreste, impoluta y majestuosa. Montañas y cumbres nevadas se observan a poca distancia. Cámaras y grabadoras de video, son usadas por innumerables huéspedes de la nave, cada uno, entusiasmado por la experiencia, captura el paisaje circundante y dispuesto ante sus ojos, en un intento de conservar imágenes que tal vez no vuelvan a ver. Son muchos los que no quieren perderse el espectáculo natural que se revela potente, novedoso y casi único, donde también se puede reflexionar en cuanto a que esta parte del mundo, permanece igual a como fue visto por los primeros exploradores que navegaron estas aguas durante el siglo XVI.  
Los canales Concepción,  Andrés y Pitt quedaron atrás, mientras tanto el Canal Esteban y Castro son el último tramo de navegación en aguas interiores antes de salir al mar abierto. La tarde se va rápidamente, el Cabo Jorge está por la cuadra de estribor (90° a la derecha) y el Pacífico –que por el momento no se muestra de ese modo- se abre por la proa de la nave con olas de 3 a 4 metros y vientos del oeste de unos 35 nudos. Serán 73 millas (unos 150 kilómetros) por navegar antes de llegar al través del faro Islotes Evangelistas, situados a más de 20 millas marinas de la boca occidental del Estrecho de Magallanes. El sol alumbra con fuerza por algunos momentos, resaltando el color azul del mar y el blanco de las olas que rompen con vigor por la proa del buque. Un joven oficial de cubierta, marino escocés, me comenta que está contento de navegar las aguas del Pacífico austral después de un largo período de embarco en la polinesia de aguas tranquilas. Le gusta la braveza del océano por este lado del mundo, con olas poderosas y vientos de gran intensidad. Es que no ha visto cuan enérgica puede ser la condición de mar, que en los inicios de la década del 2000, fue capaz de provocar la caída de poco más de 70 contenedores desde una nave mercante al azul profundo. Tampoco ha estado en un tanquero de gran eslora (largo), cuya cubierta principal se rajó en una extensión de más de 50 metros mientras navegaba por el “Pacífico” entre el estrecho famoso y el Canal Trinidad.  Por último, no ha estado en buques de gran tamaño, cuyos capitanes han requerido ingresar a aguas interiores de manera urgente, para evitar olas de casi 12 metros de altura y vientos de 70 nudos o más que se presentan por causa de los sistemas de baja presión que abundan durante todo el año en estas latitudes.

Es en situaciones como las descritas, donde dicho sea de paso, se aprecia en todo lo que significa, el contar a bordo con la asistencia de navegantes de vasta experiencia, para asistir la navegación en las aguas australes de Chile. No es por nada, que nuestro estado, cuenta con profesionales del mar calificados para realizar dicha tarea y ejecutar la prestación profesional a los privados que lo requieran a la autoridad marítima nacional. Un significativo número de oficiales de la Marina Mercante Nacional y otros de la Marina de Guerra (en condición de retiro de la Armada de Chile), califican para tal función. Antes, ya han sorteado el debido proceso de selección y acreditación. Entonces, es por ese motivo, que en la nave que origina el relato de estas vivencias y  otras muchas de distinto tipo y tamaño, de propiedad de un gran número de empresarios navieros, arrendadores y operadores de ese rubro del comercio internacional, se sirven de tal prestación profesional para navegar por una zona que encanta a quienes tripulan diversas naves comerciales y a la vez ofrece el reparo o resguardo que se requiere para evitar su exposición a la inclemencia climática que caracteriza al Pacífico sur. De la mano de lo anterior, el estado hace lo propio, para preservar el medioambiente marino y el entorno natural en una zona que constituye un gran patrimonio del país.

Ya casi es de noche cuando la nave de armadores ingleses, con sus más de 3600 almas a bordo, pasa frente al Faro Islotes Evangelistas construido  a inicios del siglo XX. En dicha instalación de Control de Tráfico Marítimo, permanecen por un año algunos funcionarios de la Armada de Chile, los cuales llevan un registro de las naves que navegan por esta zona de nuestro mar territorial, ya sea que transiten por el Estrecho de Magallanes o su derrota (navegación) considere el paso por el Cabo de Hornos. Una de sus funciones consiste en brindar ayuda a los navegantes, expresada en información de carácter meteorológico y otras vinculadas a la navegación, que pudieran ser de interés durante su paso por aguas australes. También identifican y registran datos de las naves, cantidad y nacionalidad de tripulantes y pasajeros al igual que los nombres de aquellos que asisten la navegación y se encuentren a bordo en cumplimiento de reglamentos y normativas que aplican al asunto. Estos a su vez, dan cuenta del plan de navegación por aguas jurisdiccionales chilenas.

Los Cabos Pilar y Tamar, con sus cumbres no menores, están poco más adelante para brindar la deseada calma que otorgan las aguas interiores de la ruta tantas veces navegada por marinos de todo el mundo. Antes lo hicieron en buques a vela, luego a vapor, mientras que en la actualidad, son mayormente propulsados por petróleo y gas natural.
Por supuesto merecen mención especial, los nativos que habitaron la región antes del siglo XVI y que llegado el XIX se extinguieron por causas naturales, al igual que por contagios provocados por acción del “hombre blanco. Ellos, los nómades del mar de esa época, lo hacían en búsqueda de su sustento y abrigo para sobrellevar la vida en una tierra de reconocida dureza, sin más ambición que proveerse para sus necesidades básicas.

La medianoche ha llegado y poco después de iniciado un nuevo día, la nave surcará el “Paso Tortuoso”. Desde ahí hasta la capital de la Región de Magallanes y Antártica Chilena distan 103 millas náuticas, por lo que cerca de las 8 a.m. se arribará al puerto situado en la costa oriental de la Península de Brunswick. El Cabo Froward, en el extremo sur del continente americano –ese punto terrestre donde termina la tierra continua que comienza en Alaska desde el norte- que es admirado por cientos de navegantes de diferentes rincones del mundo. Desde allí hacia el sur, se accede al archipiélago fueguino. El mencionado hito geográfico es a su vez, parte de la Cordillera de Los Andes, que luego se sumerge y continúa dando forma a las nevadas y glaciales cumbres de la Cordillera Darwin, allí en la llamada Tierra de Humos por los primeros navegantes exploradores europeos.

Más tarde se mostrarán el Cabo San Isidro y la Punta Santa Ana. En esta última, lugar donde arribaron a esta zona del mundo, los primeros chilenos a bordo de la insigne “Goleta Ancud” y liderados por don Juan Williams Rebolledo. Allí intentaron desarrollar sus vidas, pero sin éxito, por lo que al cabo de 6 o 7 años buscaron una tierra más generosa y abrigada, asentándose finalmente, en el lugar donde se encuentra emplazada la ciudad actual. Esa donde nombres como el de don José Menéndez, doña Sara Brown y Francisco Nogueira, hicieron historia con sus vidas y desarrollo económico familiar. Luego fue el turno de José de los Santos Mardones, primer gobernador de la incipiente ciudad. También se suman a los conocidos por la comunidad regional, nombres como los Campos Menéndez, María Beethy,  Mateo Martinic  y otros que sería largo enumerar.

El día se ha iniciado ya hace algunas horas, cuando la nave de casi 300 metros de eslora se aproxima al punto donde largará el ancla para permanecer fondeados mientras dura la visita a Punta Arenas. En la rada del puerto, el buque evoluciona para acomodarse al viento y ubicarse en el lugar señalado por la Autoridad Marítima local. La urbe austral, capital de la Región de Magallanes con más de 120.000 habitantes, se muestra en un día donde la lluvia está ausente, mientras el viento comienza a soplar con mayor intensidad y con rachas intermitentes.
La ciudad patagónica a orillas del  principal paso que une los Océanos Atlántico y Pacífico, debe en gran medida su existencia,  a una decisión gubernamental que revela la talla de algunos hombres que tanto por su carácter, como personalidad especial, fueron capaces de tomar decisiones que cambiaron –en este caso para bien- la condición de un país. Don Manuel Bulnes, desde su puesto al gobierno del país,  contribuyó a que Chile se hiciese grande en la zona sur austral de nuestro territorio, quien a su vez se hizo eco de la visión de quien fuese el primer gobernante de la nación, don Bernardo O´Higgins Riquelme. 
Años después, vendrían europeos de Croacia, Inglaterra, Suiza, España y de otras naciones que también vieron la oportunidad de hacer sus vidas en la tierra que vieron los ojos de Magallanes y los valientes hombres de hierro que lo acompañaron en su expedición. Aquella que les condujo desde la península ibérica, hasta la tierra de las preciadas especias de la época, por allá, al otro lado del Océano Pacífico.


Los pasajeros de la blanca nave de pasajeros observan el puerto y la ciudad que se presenta ante ellos. En pocos minutos se dirigirán por medio de pequeñas embarcaciones, llamadas “tenders”, -es que el puerto no cuenta con instalaciones portuarias para naves de gran tamaño como lo es esta- las cuales los aproximarán al embarcadero dispuesto en el viejo y pequeño “Muelle Prat” para dar inicio al desarrollo de las actividades turísticas por las cuales han optado durante las 10 horas que tienen por delante.
Mientras esto ocurre, en Punta Arenas, otras comunidades regionales se suman al engrandecimiento de la zona austral, desarrollando su vida cotidiana y de trabajo en torno a las actividades ganaderas ovina y bovina, minera carbonífera, extracción de gas natural y petróleo, pesca y acuicultura. En la últimas décadas se ha sumado con fuerza el turismo, el cual se torna cada vez más importante en esta parte de nuestro país, potenciando y desarrollando aún más todas sus atracciones naturales que con sus cumbres, glaciares, fiordos y canales sorprenden a los más exigentes visitantes. Puerto Edén, Puerto Natales, Cerro Castillo, Villa Tehuelches, Río Verde, Villa O´Higgins, Porvenir, y Puerto Williams también quieren ser admirados por un mayor número de personas en los años venideros.


                                           Punta Arenas - Monumento a Hernando de Magallanes

La hora del zarpe ha llegado y la nave enfila hacia el sur, desplazándose suavemente y cerca de la costa, para permitir una última mirada a esta tierra patagónica, antes que la noche oscurezca todo. El Canal Magdalena, puerta de entrada a la zona fueguina se observa con las últimas luces del día. Por babor se divisa una nave que viene saliendo del Canal Gabriel, al sur de la Isla Dawson, es un crucero de expedición de armadores chilenos. El buque de turismo regional va en demanda también de nuevas atracciones naturales para sus huéspedes. La ocasión se presta para comunicarnos por  medio de una radio VHF (alta frecuencia) y comentar acerca de nuestros próximos destinos. Ellos recalarán después del mediodía en el Fiordo Pía, para admirar un majestuoso paisaje de la Cordillera Darwin con sus nevadas cumbres e imponentes glaciares. Nosotros recalaremos en el puerto de Ushuaia, Argentina. El lugar al cual los argentinos, se refieren como “El Puerto del Fin del Mundo”. No obstante, más al sur, se encuentra Puerto Williams en la chilena Isla Navarino. El primero cuenta con 60.000 habitantes aproximadamente, mientras el segundo, solo agrupa unas 2.500 personas.

Son las 06.30 horas, de un nuevo día, mientras se navega el Brazo Suroeste del Canal Beagle, permitiendo observar un paisaje de ensueño a los pasajeros que ocupan las distintas cubiertas de la nave. Otros lo hacen desde los balcones de sus camarotes. Son los que tienen el privilegio de estar acomodados en uno de ellos por la banda de babor (lado izquierdo del buque). En el trayecto, disponen de poco más de una hora para llenar sus sentidos con la vista de los glaciares y montañas que se dejan apreciar en esa parte de nuestro viaje hacia el fueguino puerto argentino. Ushuaia y sus casas dispersas por la ladera sur de un cordón montañoso, se asemeja en algún grado, a los alpes suizos de reconocida belleza.
Los hielos en el Romanche – Francia – Alemania – Italia y Holanda quedan registrados en cada cámara fotográfica y video grabadora habida a bordo. Nadie quiere perder la ocasión de registrar ese momento del viaje.
Ya en el brazo principal del Canal Beagle y en las cercanías del islote Contramaestre Perón, destacado marino chileno del pasado, quien hizo gran parte de su vida en la armada chilena –y  nada tiene que ver con un  antiguo mandatario de la república argentina-  se observa la lancha de prácticos argentina. Esta, trae a los profesionales que asistirán la navegación desde ese punto, hasta el puerto mismo. El embarco se lleva a cabo cuando la nave ha traspasado la frontera que divide la Isla Grande de Tierra del Fuego, desde Cabo Espíritu Santo por el norte, hasta la ribera norte del Canal Beagle por el sur. Los habitantes argentinos de Ushuaia y los chilenos de Puerto Williams, fueron testigos directos de manera especial durante el año 1978, de un conflicto que involucraba más allá de lo limítrofe, otros de orden geopolítico. La situación se hizo de mayor tensión diplomática, cuando algunos años previos al mencionado, el gobierno platense desconoció un laudo arbitral llevado a cabo –de común acuerdo por ambos países involucrados- por la reina de Inglaterra. Ella, según la apreciación del gobierno argentino había dado el favor al chileno, por lo cual lo declararon “insanablemente nulo”. De ahí en adelante, el problema se hizo mayor y se buscó un nuevo mediador que dirimiera la situación en litigio. La intervención –otra vez aceptada por ambos países- recayó en el Papa Juan Pablo II, quien designó a uno de sus más cercanos para llevar a buen puerto las negociaciones pertinentes. El Cardenal Samoré hizo lo suyo, logrando conciliar los intereses de ambos países.


                                                     MV "Star Princess" - Canal Beagle

El práctico argentino llega al puente y, después que saluda al capitán e intercambian información de carácter profesional, este último le entrega el control de la navegación. La tarea concluye con la nave atracada al sitio asignado por la autoridad portuaria. Mientras todo eso ocurre –observando algunas disposiciones del Tratado de Paz y Amistad existente entre ambos países- los prácticos chilenos abandonan el Puente de Gobierno, suspendiendo así el trabajo iniciado al zarpe del puerto de Valparaíso y habiendo desarrollado su gestión particular, tanto en zona de canales patagónicos y fueguinos como en Estrecho de Magallanes situados en territorio chileno.

La estadía en Ushuaia concluye por la tarde. Son cientos de turistas los que vuelven al hotel flotante habiendo visitado puntos que acapararon su interés. Entre ellos, el parque cercano a la Bahía de Lapataia, el Lago Fagnano, la Ex-Cárcel, un par de museos y una buena cantidad de tiendas ubicadas a lo largo de la calle San Martin. Por supuesto, la “Boutique del Libro” les brindó la oportunidad de obtener un buen libro entre miles de volúmenes de distinto género.
Llega el momento en que un nuevo práctico argentino tiene a cargo la ejecución de la maniobra, esta vez el desatraque de la nave, cuyos 300 metros de eslora ocuparon gran parte del muelle. También, le corresponde asistir la navegación hasta un par de millas antes de que la nave ingrese a la rada de Puerto Williams, Chile. En ese punto, cerca de la Punta Gusano, se produce el relevo por parte de un práctico chileno que reanuda su trabajo y aproxima la nave al punto donde el buque detiene sus máquinas de propulsión y permanece por algunos minutos para efectuar el trámite de entrada a Chile nuevamente. La comisión de recepción integrada por un Oficial del Litoral, otro de Extranjería de la Policía de Investigaciones y uno perteneciente al Servicio Agrícola y Ganadero lleva a cabo el trabajo administrativo pertinente. Todos ellos vienen acompañados de un representante de la Agencia de Naves quien tiene como función, apoyar toda la gestión y necesidades de la nave mientras se encuentre en territorio chileno.

Amanece cuando estamos navegando en las proximidades de la Isla Hornos. Estamos pasando frente al Paso Mar del Sur, que ofrece buen reparo (protección) de los vientos procedentes del oeste. Hacia allá se dirige también la nave de pasajeros que divisamos hace dos días. Luego, al salir de esa zona protegida enfilará o tomará un rumbo que lo llevará a la Caleta San León situada al sureste de la Isla Hornos. Una vez fondeados y dependiendo de la intensidad del viento y condición de mar, desarrollará su excursión matutina. En ese lugar, los 134 pasajeros a bordo, tendrán la ocasión de posarse sobre el suelo del último pedazo de tierra chileno. En su contorno expuesto al sur, está el margen septentrional del “Mar de Drake”, aquel que conecta el continente americano con la Antártica.
Mientras tanto, desde el crucero de bandera extranjera ya se observa claramente la Isla Hornos. Su costado sur contiene el Cabo mismo, el cual concita la atracción de miles de navegantes y, en esta ocasión de los pasajeros a bordo del buque que ya concluye su trayecto por aguas chilenas.
La circunnavegación a la isla –en esta ocasión- se efectúa en sentido contrario a los punteros del reloj, observando a nuestro paso, un territorio inhóspito y carente de más vegetación que la turba verde y amarillenta que cubre la mayor parte de las islas al alcance de nuestra vista. Ya en el lado oeste de la porción de tierra a nuestro lado de babor (izquierdo), se aprecian en toda su magnitud dos enormes rocas cercanas a la costa, denominadas “Rocas Catedral”, por su forma y consistencia que  han sido moldeadas por los golpes de mar y los embates de los fuertes vientos reinantes durante la mayor parte del tiempo cada año que ha pasado desde que están allí. Al seguir nuestra navegación cercana a la costa, ahora se observa el gran promontorio terrestre que da forma al Cabo de Hornos. Es una gran elevación rocosa, erosionada por la acción de los elementos a través de los siglos…desde que el mundo fue creado y sujeto a sus cambios más radicales.
La emoción y admiración se aprecian en un gran número de personas que observan extasiados el paisaje ante sus ojos. Es que han cumplido, tale vez, un sueño o simplemente se sorprenden ante la magnífica naturaleza frente a ellos.

El Océano Atlántico nos recibe con suaves vientos y oleaje moderado, brindando un apacible navegar y disfrute de todo lo que la nave ofrece a sus huéspedes. Es la hora del desayuno de modo que los pasajeros se vuelcan hacia los comedores. Tanto en aquellos de atención a la mesa como en el autoservicio. Hay lugares y atención para todos los gustos. La comida abunda, los comensales también.
      
El día transcurre dando espacio al ocio en todas sus formas. Se observan pasajeros acudiendo a las charlas acerca del próximo destino de la nave o, requiriendo información en cuanto a los tours que se ofrecen en el próximo puerto a visitar. Otros escuchan a un grupo que interpreta música criolla argentina, mientras tanto, no son pocos los que visitan las tiendas y lugares donde se lleva a cabo una venta especial...es que están liquidando diversos artículos a precios bajos. La conversación abunda, los lectores se acomodan en espacios más cómodos y menos concurridos. Internet también está al alcance, aunque a precios que dicen relación con la gran distancia a que la nave se encuentra del más cercano centro urbano.
Después de la cena, el teatro, las salas de baile y el casino reciben a la mayor cantidad de personas que prefieren no estar en sus camarotes o cabinas. El cine al aire libre recibe a los más dispuestos a estar a la intemperie quienes por estos lados del Atlántico deben abrigarse para no estropear el paseo en el gigante del mar que han escogido para su disfrute por casi dos semanas.

En el horizonte ya se divisa la costa de las Islas Falklands (Malvinas), el día se ofrece sin lluvias y con cielo parcialmente cubierto. Cuando la nave ingresa a la bahía donde permanecerá por casi 9 horas se cruza con un Remolcador de Alta Mar que va saliendo a faenas propias de una prospección petrolera. Ya se sabe que cerca de las islas existen grandes reservas de “oro negro”.
La nave ha fondeado mientras se aproxima una lancha que trae a la comitiva oficial de recepción para otorgar la “Libre plática”  y permitir el acceso de los pasajeros a tierra firme. Los residentes que ofrecen tours  a las atracciones que ofrece Puerto Stanley y sus cercanías ya están en las cercanías del muelle y preparados con sus vehículos Land Rover. La oferta es variada y la constituyen visitas a museos, iglesias, memorial de los caídos el año 1982, pingüineras, restaurantes y tiendas de souvenirs. Dentro de todo, una caminata libre por la ciudad es la oferta que capta la atención de un mayor número de personas.
Puerto Stanley cobija unas 2500 almas que se abocan a la actividad ganadera y turística principalmente. Otros recursos económicos provienen de licencias de pesca que se otorgan a naves extranjeras en búsqueda de calamar, krill y peces que abundan en las gélidas aguas del Atlántico Sur.

Llega la noche, Puerto Stanley ya quedó atrás. Un día y medio completo más, brindarán a los pasajeros la oportunidad del relajo absoluto. Luego, se verá la costa de Uruguay donde los edificios de Punta del Este destacarán en el horizonte.
Las aguas barrosas del estuario de La Plata se abren por la proa del crucero de placer y se aprecia un número importante de naves mercantes que van en el mismo sentido, otras vienen de haber navegado el río y comienzan su navegación oceánica costera. La mayoría va y viene desde Buenos Aires y puertos ubicados en las riberas del Paraná. También los hay aquellos que se dirigen o dejan Montevideo.

Sopla una brisa agradable, mientras el buque se desplaza lentamente hacia la bohemia y atractiva ciudad capital del tango donde nuevas emociones esperan a sus visitantes de los más diversos rincones del mundo…
Más al norte, será el turno de la tierra carioca, donde la samba es la danza que cautiva a miles, tanto por su ritmo como por la gracia y colorido de los trajes característicos de aquellos bailarines que se lucen año tras año durante el conocido carnaval de Río de Janeiro.